miércoles, 12 de septiembre de 2007

Un 11 de septiembre en la Embajada americana

La cosa no pintaba bien cuando al despertarme vi la fecha en el reloj. 11 de septiembre de 2007. Quedaba por delante una frenética mañana de papeleo para conseguir el visado. A lo señalado de la fecha había que unir la prudencia que me caracteriza, que en este caso se mostraba en horas de sueño y comidas atrasadas en los últimos días. Tras un paso fugaz por ICEX, me acerque a Serrano siendo informado en las mismas puertas del recinto de la embajada de la necesidad de rellenar un formulario en internet y llevarlo impreso.
De todos es conocida mi predilección por esos barrios que la gente suele llamar "bajos". Años en busca de un alquiler al que pudiera hacer frente pueden estar detrás de tal fascinación. Sea esta afición mía, o sea una realidad objetiva, lo cierto es que cuando me encuentro en los denominados barrios "pijos" o barrios "de gente de bien" me siento absolutamente perdido si la visita no se debe a simple turismo o acudir a una cita con un anfitrión nativo (incluso en dicho caso). Siempre que necesitaba alguna cosa de las que le resuelven a uno la vida, las he tenido a mano en Vallecas o Carabanchel: un estanco, un locutorio multiusos, un "chino". Carajo parece que en el barrio de Salamanca sólo hay tiendas de ropa y farmacias, o que los propietarios de los diferentes establecimientos están allí más por amor a la ciencia infusa o quién sabe qué tradición familiar que para solucionarle los problemas al humilde ciudadano de a pie.
Me perdonaran mis queridos lectores el receso, pero es que la caminata a pleno sol buscando manzanas menos sofisticadas en busca de un locutorio -locutorio que imprima; se reconocen porque su apariencia exterior no los hace especialmente recomendables. Nada más lejos de la realidad-. Finalmente pude retornar a Serrano con el dichoso formulario, en el que básicamente se me preguntaba por mi participación en conflictos armados, mi implicación en actos terroristas, o mi colaboración con actividades delictivas. La consecución del visado me recomendaba no desvelar toda la verdad en las respuestas, con lo que el paso por la embajada fue rápido y gratificante a pesar de las medidas de seguridad psico-obsesivas y el gusto por formatos y tamaños específicos. Todo sea por ir acostumbrando el cuerpo.

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